domingo, novembro 07, 2010

Fue una mañana (Francisco Alvarez Hidalgo)

Fue una mañana limpia…, literaria.
Su rostro era exigencia de soneto,
y yo le eslaboné, largos, carnales,
catorce besos de la frente al cuello.
Se los improvisé, sin detenerme
a recibir inspirador aliento
de las musas. Su códice temblaba
a cada ráfaga de verso inédito.
Quiso más poesía,
y le imprimí una octava en cada seno,
rimas alternas completando círculos
en torno a los pedúnculos erectos.
Y hube de repetir las trayectorias
concéntricas y mansas verso a verso.
Se le antojó la brevedad sencilla
de un pareado sobre el vientre, viendo
en ascensión la alondra del lirismo,
y en progreso la sierpe del deseo.
Y lo escribí con mano temblorosa,
y con labios de pétalos.
Y me rogó un poema interminable,
como las epopeyas que escribieron
los rapsodas de ayer, para sus muslos
súbitamente abiertos.
Y lo empecé en cronología inversa,
alargando la historia, a paso lento.
Fui recorriendo siglos y paisajes,
cada cual más distante, más espléndido,
de los ríos de luz a las cavernas,
del alto páramo al desfiladero.
Llegué por fin, febril y sudoroso,
milenio tras milenio,
al umbral palpitante de la vida,
en la cuna del tiempo,
cuando un árbol prohibía sus manzanas,
y una mujer rompía el mandamiento.
Siempre desarrollando mi poema,
siempre a golpes de verso.
Percibí sus primeras pulsaciones
y exploré sus misterios.
Seguí avanzando por su mundo oscuro,
y llegué a ver formarse el universo
en cósmica explosión. Aún en mi oído
llevo su resonancia y su recuerdo…
Fue una mañana como viera el mundo
hace tantos milenios.

Francisco Alvarez Hidalgo