sábado, fevereiro 27, 2010

Hamaca de Cristal

En su hamaca de cristal reposa sin soñar.

En una noche de mil estrellas la frágil hamaca casi se rompía, porque Theodore se dejó llevar y la intensidad del festejo comprometió su estructura. Esa fue la última noche del último día de sus sueños libres. Desde entonces la hamaca no alberga sueños ni deseos y Theodore vive tranquilo, sin miedos ni sobresaltos. La hamaca cumple su función sin desvaríos y el cuerpo que a veces la habita simplemente vive, al sabor del viento ajeno.

Theodore sabe que su vida es sencilla, tan normal como el agua de los ríos que fluí siempre en la misma dirección, sin parar para pensar si habrá otros caminos. Theodore sabe que su vida está escrita, como estaba la de sus padres y abuelos, en la historia de un país pobre y sin futuro y de una aldea alejada de las ideas y de las oportunidades. Theodore no tiene más manos que sus manos y sus únicos ojos son los que vieron su tierra secarse al compás de las palabras huecas de un mundo ausente que no conoce. Theodore no cierra sus ojos para imaginar ni se tumba en la hamaca dejando el tiempo pasar. Su hamaca es de cristal y no le permite soñar.

Pero en esa noche de mil estrellas poco podría perder. Su vida era su cuerpo y lo que le restaba de pensamiento. No había planes que pudieron no cumplirse, no había nadie que le esperara ni comida que le defraudara. Estaban las estrellas, Theodore y su hamaca. Lo demás no existía. Sin nada que perder se entregó a si mismo y soñó que conseguiría soñar. Cerró los ojos, puso sus manos entrecruzadas sobre el pecho y esperó, recostado en su hamaca de cristal. Se imaginó con planes, con ideas, con metas que alcanzar, con luchas que trabar. Se imaginó corriendo en una dirección bien definida, se imaginó queriendo cosas, queriendo siempre más… y la hamaca empezó a vibrar. Imaginó que soñaba y por eso soñó. Y de tan bien soñar que soñaba, empezó a temblar y a sonreír. En el fino cristal de la hamaca surgieron pequeñas fisuras y Theodore se asustó. Miró alrededor y vio la misma desesperación apática que había dejado hacía un momento… la hamaca por fin estalló en uno de los bordes y Theodore tuvo miedo. Abrió bien los ojos y cerró su corazón.

Las hamacas de cristal no son como las hamacas de tela colorida pero permiten a sus dueños vivir sin lágrimas ni suspiros, como si su propia vida no fuera suya y por eso no fuera necesaria la molestia de luchar por la felicidad, tropezando, cayendo, sufriendo por metas que no se alcanzan.

Este es un discurso pesimista, pero se lo debo a Theodore, que desistió de soñar hace años, pero que me enseña a soñar a mí.

segunda-feira, fevereiro 15, 2010

Milagro

¿Que importa el día de la semana,
la temperatura, las noticias o la hora...
que importan las cosas que importan
y nos hacen estar lejos?
Te amo...
y en mi boca necesito la tuya,
en mis manos tus manos, tu piel en la mía...
es que todo mi cuerpo es la mitad de un milagro...